miércoles, 16 de marzo de 2011

Oficios y comercios tradicionales: la batalla contra los tiempos

Oficios y comercios tradicionales: la batalla contra los tiempos

Molineros, herreros, zapateros, tejedores, hilanderas, carpinteros, afiladores, la tienda de la esquina, el panadero del pueblo…todos aquellos oficios y negocios que existían en un pasado no muy lejano y que hoy o bien son parte de la historia o bien luchan por seguir escribiendo la suya propia. En Calatayud todavía existen esos reductos, a continuación una breve ruta por algunos de ellos



Jorge J. Zorraquín/Calatayud
La primera parada es la mercería de José María de la Fuente. Esta casa comercial inicio su andadura en el año 1803, en el camino de los 208 años de historia. Las cosas “han cambiado mucho”, asegura Ramón de la Fuente, la personificación de la 5ª generación de la familia y que continua hoy regentando el negocio. “Antes en la comarca (de Calatayud) había muchísima más gente, esto era la gran superficie, donde incluso personas de las provincias limítrofes acudían a comprar aquí”, relata el propio encargado actual de la mercería. A pesar de la situación económica que afecta a todo el país, según Ramón de la Fuente: “La tienda es algo perfectamente sostenible, de momento, podemos hacer frente a las grandes superficies”.

Por otra parte, su formula para salir adelante consiste en ser la alternativa a la que pueden recurrir aquellas personas que buscan el producto concreto, en palabras de Ramón de la Fuente: “Hay un mercado que las grandes superficies no trabajan, productos que van desapareciendo…incluso viene gente de Madrid pues esto no lo encontramos…”. El futuro de la mercería viene a ser una incógnita: “Es un negocio familiar, ha pasado de padres a hijos […], pero yo, de momento, no tengo hijos, así que, como no se lo quede algún sobrino…”, concluye de la Fuente.

La siguiente parada nos lleva a un oficio “minucioso”: el relojero. Félix Moreno es la segunda generación de relojeros de la familia y no existen perspectivas a una nueva generación ya que “mi hija ha estudiado otra cosa que nada tiene que ver”, asegura Moreno. El oficio es “una herencia paternal, yo era el mayor y me tocó, comencé a los 13 años y una vez metido en el trabajo seguí”, relata Moreno. Gracias a la experiencia este relojero asegura: “La situación ha cambiado totalmente, antes se daba una atención más personal, se daba más consejo, actualmente ya sabes el deseo de compra del cliente”.

Otro de esos oficios que en la actualidad no abundan es el de afilador, aquí la tercera parada. “Mi tío se jubilaba y decidí venir a Calatayud”, así, según José Fernández, comenzó su carrera como afilador en la ciudad bilbilitana. Ante las perspectivas de futuro, Fernández se muestra contrariado: “Llevó 22 años con la tienda, tengo un hijo, pero no quiere saber nada del negocio”. El oficio de afilador ha variado muy poco, no es uno de esos puestos de trabajo que este ligado a las tecnologías ya que “es siempre lo mismo, esto no depende tanto de la máquina, se tira más de la mano” asegura José Fernández. Pero este afilador sí que ha notado el cambio de los tiempos: “Antes se trabajaba más, venían los esquiladores, los carniceros…ahora es un negocio que te da justo para pagar los gastos y para comer”.

La siguiente parada devuelve la ruta a los comercios centenarios. En este caso se trata de la pastelería Micheto, con 196 años de historia a cuestas, pero que “incluso pueden ser más años”, asegura María de la Cruz Micheto, dependienta y pastelera. “Entre en la tienda por herencia, llevaba los estudios, pero como lo ves, acabas por implicarte en el negocio, pero esto es algo muy sacrificado”, asegura Micheto. En un negocio como es la  pastelería, lo más importante se encuentra en las recetas, aún siendo la 8ª generación “seguimos con las mismas recetas, antes eran más fáciles, ahora hay una diferencia abismal, son productos más elaborados por causas sanitarias, pero siempre partimos desde los productos más naturales posibles”. En el futuro, otra generación en la pastelería Micheto “puede ser”, porque además el negocio es sostenible “precisamente por ser familiar, no nos importa pasar horas, horas y horas…”.

La siguiente, y última parada, presenta otro de esos oficios sacrificados y puestos contra las cuerdas a causa de los nuevos tiempos: los ebanistas y carpinteros. Luís Lázaro, carpintero con 39 años de experiencia en el oficio afirma: “Estamos muy justos, muy justos, esta el tema muy flojillo, hoy la gente recurre al mueble hecho y salvo 3 ó 4 muebles y algún montaje…nada más”. Lázaro entró en el mundo de la carpintería desde el colegio, consiguió la maestría y creo su propio negocio algo que él mismo considera como “la mejor opción”. Desde su entrada en el oficio, este “ha variado mucho, el tema de la maquinaría implica mucha tecnología, que ayuda, pero todavía lo tradicional sigue”, confiesa Lázaro.

¿Y qué suponen estos oficios para la economía de Calatayud? ¿Qué papel desempeñan los comercios tradicionales en el entramado de servicios bilbilitano? Para el Concejal de Economía y Hacienda del Consistorio de la ciudad del Jalón, Armando Miñana: “La representación de los oficios antiguos es muy escasa, a nivel económico es algo residual”. Por otra parte, Miñana comenta: “Calatayud ha sido una ciudad de servicios, nuestra ciudad ha sido un punto de compras para toda la comarca y los comercios han sido una de las forma de generar riqueza”.

Desde la Asociación de Empresarios de Comercio y Servicios de Calatayud y Comarca se observa a los comercios tradicionales como “uno de los pilares, de la ciudad, con un peso importante tanto en Calatayud como en el resto de la comarca”, asegura su Presidente Santiago Mingotes. “Son un motor económico dentro del comercio de la ciudad, suponen un modelo mediterráneo que creemos válido”, añade Mingotes. El propio Presidente de la asociación de comerciantes bilbilitana cree que “estos negocios, en los momentos que se dan pueden llevarse con más tranquilidad, pueden ajustar gastos en momentos puntuales y se aguanta mejor”.

Los oficios antiguos y comercios tradicionales siguen resistiéndose a “desaparecer del mapa”. Algunos conservan sus métodos, sus herramientas, sus recetas, otros se adaptan a los tiempos, se convierten en alternativa. Todas, formas válidas para salir adelante, todo por seguir escribiendo su historia. 

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