E Iñaki abrió su mente
El veterano periodista vasco presentó su libro El fin de una época en Zaragoza. Iñaki Gabilondo habló de la situación actual del periodismo, de lo que puede venir y sobre todo de lo que ha vivido él en sus más de cuarenta años de experiencia. Ante él, un público que quedo cerca de ocupar las cerca de novecientas entradas del Teatro Principal
Panorámica del escenario del Teatro Principal
“Corre, corre que no entramos”. Esta era la principal preocupación de los asistentes más rezagados que acudían a la presentación del libro El fin de una época del periodista Iñaki Gabilondo celebrada en el Teatro Principal de Zaragoza el pasado lunes 21 de marzo. Decenas de personas, a menos de diez minutos del comienzo fijado, subían las escaleras con celeridad en busca de una butaca libre. “Nada señora, suban a la tercera planta porque aquí, en la segunda, ya no hay sitio”, decían los acomodadores a las personas que acudían a última hora. Pero ni en la segunda ni en la tercera, en el último piso de asientos, el último piso de las novecientas localidades del teatro zaragozano, solo allí quedaban los últimos sitios vacíos. En el resto de butacas existe una variedad absoluta en cuanto a público se refiere: jóvenes, personas mayores y de mediana edad.
Una vez aposentados todos los espectadores, el murmullo se convirtió en un zumbido atronador. El ambiente comenzó a cargarse. Los que allí habían acudido comenzaron por quitarse prendas. Gran expectación. En el centro del escenario, tres sillones y una pequeña mesa auxiliar (como si no existiera nada más importante); en los extremos otras dos mesas más elevadas con sendos libros del autor vasco. Dos pequeños libros, de tapa roja y tapa blanca, que en ciento setenta y cuatro hojas recogen más de 40 años de experiencias en el mundo del periodismo en varias de sus vertientes.
No es una presentación al uso. Cayeron las luces, el telón ya estaba en todo lo alto. El polifacético Luis Alegre toma la palabra, sin olvidar a los seis brigadistas contra incendios que perdieron la vida en un accidente en Teruel. Para rebajar la tensión, el conductor del acto apela al lleno del teatro: “Si lo sabemos lo hacemos en La Romareda”. Gabilondo rió y con él todo el público. La sintonía comenzaba a ser palpable.
Tras esta breve introducción, Luis Alegre inició la parte central de la tarde en el teatro: el diálogo. Gabilondo cogió el testigo y confesó sentirse “emocionado” porque la sensación era algo “inolvidable”, cosa que se le nota en su voz, en sus gestos, tan característica una en la radio y otros en la televisión. “Aquí me convertí en hombre, aquí hice la mili”, comenta el periodista vasco. El auditorio volvió a reír y, en ese intercambio de halagos, los aplausos resonaron entre las paredes.
Gabilondo comenzó por mencionar lo que supone el periodismo y, en concreto, el mundo de la radio, esa radio que en alguna otra entrevista califica como a su novia: “Es una actividad muy exigente”. Reconoció el importante papel de las compañías, del equipo, y también que es un oficio “muy bonito”. Alegre le preguntó sobre si le habían “disparado”, el hasta hace poco presentador de CNN+ lo afirmó y recordó que se le ha llegado a etiquetar como “miembro del OPUS, nacionalista, del PSOE”. También abordó sus diferencias con Aznar y un tema tan espinoso como su papel durante el 11-M. El veterano periodista mencionó que sí había vivido algún “incidente”, admitió que había cometido errores, pero mencionó su honestidad.
El público escuchaba atento, sin perder detalle. El periodista vasco rechazó que su libro fuera oportunista: “No soy tan fantasma”. A lo que añadió que “nuestros días son una época convulsa y trascendental”. Historias y anécdotas de las que no perdieron detalle un gran número de estudiantes de periodismo en la capital aragonesa. Serán ellos los que mañana desempeñen el oficio de “contar las cosas”, el de “administrador del derecho a la información” como lo llama Iñaki Gabilondo. A parte de los consejos, el periodista también comentó una verdad evidente: “En el mundo de los medios se ha impuesto una lógica económica”. En la misma línea, este hijo de carnicero Además señaló una de las principales premisas que se ha impuesto en el mundo televisivo actual: acusar al público. “Si está ahí es porque lo ven”, señaló Gabilondo. Y es que no son pocos los productores, ejecutivos y demás personal que se escudan detrás de esa frase para sacar adelante cierto tipo de programas. No era revanchismo, el periodista, consumido entre un mar de cambios, intentaba hacer ver a aquellos que no están en el mundo de los medios la verdad que existe y que estrangula a los que son y a los que serán futuros “contadores de cosas”. No lo dejo ahí y afirmó sin tapujos: “El peor enemigo de la libertad de prensa es el paro”.
Es en el tema económico donde Gabilondo se mostró más claro. “España ha sido un país austero, salvo tres ó cuatro personas” y confesó estar “sorprendido” por la importancia que ha ido tomando la información económica: “Cuando yo estaba en la SER, en un principio no hablábamos de la bolsa”.
Este periodista siempre ha sido claro en sus ideas y el pasado lunes no fue menos. Cargó contra el liberalismo y el individualismo: “Es un intento de reivindicar lo común, de entender al otro, nadie es solo un individuo”. También en el sentido de sus ideas reconoce que tanto el periodismo como la política parecen haberse “alejado de los ciudadanos”.
Alegre condujo con maestría la conversación, ni un silencio, nada de reflexión para contestar. Gabilondo se siente bien se había olvidado por completo de lo “difícil” que ha de ser dedicarse al mundo de la actuación”.
También hubo espacio para los recuerdos, para las anécdotas. La voz destacada de la SER durante años recordó sus inicios en las “entrevistas a Carrilo, Ibarrurí y esa gente que no había hablado todavía”. La mayoría del público atendía sin despiste, sin perder palabra, atentos a los gestos. Sí, eran la mayoría porque una minoría, escasa, pero constante, se levantaba de sus asientos y se marchaba. ¿Qué demonios esperaban? ¿Cuarenta minutos de chapa y luego te regalamos un libro o en su defecto un reloj de pared?
“Nos hemos olvidado de lo que tenemos que contar, ahora solo se dedican a contar espectadores”. Gabilondo se mostraba sincero y expuso su teoría de la segunda voz: “La radio es la segunda voz, acompaña de fondo la primera es la vida”. Las anécdotas y confesiones siguieron desfilando. El público aplaudió como si cada cierto tiempo acabara un acto de una obra. La complicidad estaba establecida.
El reloj se aproximaba a las nueve y media de la noche, dos horas desde el inicio de la presentación. Gabilondo se afanaba por remarcar ideas básicas como el trabajo en equipo. No se olvido de reconocer el papel del profesional de la información: “En la construcción de la sociedad, el periodista es imprescindible”. El público atendía, no perdió palabra, el segundo acto trazaba su argumento de forma impecable, el actor parecía estar en el salón de su casa. Si de verdad la gente que estuvo allí entendió el mensaje, el periodismo no está perdido, mientras los futuros periodistas y los actuales (y futuros) espectadores, oyentes, lectores apliquen, recuerden lo que oyeron, existe la resistencia a caer.
¿Y ahora qué?, le dejo entrever Alegre. Gabilondo ni mucho menos escondió sus cartas: “Participaré con un blog en El País, en un foro social, con entrevistas en la cadena SER y en CANAL +.
Para cerrar, Gabilondo dejo una frase muy importante: “Es un momento difícil, pero no es el único”. Alegre despidió al invitado de honor en la capital aragonesa. El público reconoció la intervención de Gabilondo con una sonora ovación. Cientos de personas pasaron a agolparse en el pasillo central de las butacas del Teatro Principal en busca de la firma del autor, típicos problemas de organización que no empañaron una tarde de aprendizaje, de escucha, de saber.
Un grupo de jóvenes estudiantes universitarios se acercaron al escenario, eran lo últimos de la fila y la seguridad ya mandaba a todos al vestíbulo. Pero, en ocasiones, no hay nada más efectivo que la tozudez y hacerse el sordo para conseguir lo que se desea y lo que querían no era fácil: entregar su revista a todo un referente del oficio que pretenden desempeñar. Por fin lo consiguieron, a pesar de escuchar su voz en la radio y ver su rostro en la televisión, en persona les pareció otra cosa: rasgos prominentes, ojos azules profundos, su “qué tal machotes”.
La tarde no acabó en el teatro, tras la entrega de la revista y la correspondiente firma de libros, los jóvenes fueron a un bar, estaban extasiados, pero no les faltaba el humor. El telón cayó entre “zumo” de cebada, entre hojas en blanco, entre carcajadas, entre anécdotas y entre cuscús. Iñaki abrió su mente, ellos abrieron la puerta a su futuro.
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