viernes, 20 de mayo de 2011

Aquella noche de mayo

Aquella noche de mayo vi unión. Aquella noche de mayo sentí las divergencias. Aquella noche de mayo escuché. Aquella noche de mayo creí en otra visión. Aquella noche de mayo mi indignación, por fin, tomaba cuerpo. Aquella noche iniciaba el cambio. Aquella noche fue esta madrugada. Aquella noche el frío quemaba la piel.

Imagen de una de las asambleas en la Pza. del Pilar (Zaragoza). JZ

La llamada “generación perdida” (calificada así por las grandes instituciones financieras) tomó una misma bandera: la indignación. Por encima de cualquier corriente política, por más que puedan existir determinados intereses ocultos, cinco millones de parados no van debajo  del brazo de uno solo. Las personas que se daban cita en la Plaza del Pilar (Zaragoza) tenían claro qué ha originado lo que padecemos, quién lo ha hecho y por qué.

Lo que no se tenía, ni tiene, claro es la forma de actuar, contra quién, en qué sentido. Ayer mismo la asamblea que se daba cita en dicha Plaza se sumía en un torno sinfín para decidir cómo actuar ante un posible desalojo policial. Unos defendían el pacifismo, otros la acción pacífica y los de más allá cargaban contra la supuesta sumisión del de al lado y pedían responder con violencia a la violencia.

Si algo debemos tener claro es que esta protesta no puede caer en el burdo juego de las cargas policiales y la destrucción del mobiliario público. Sí, porque será esto lo que salga en los medios de desinformación y no las propuestas, las voces que expresan el verdadero sentir de la indignación.

Pero ahora bien, no nos volvamos locos. No pretendamos que haya una corriente de pensamiento única. Una sola vía de actuación. No. La crítica o la renovación siempre han poseído diversas vías por las que encauzarse: la del medio, la de un poco al lado y la del extremo. La vía única es la que siguen las personas que pretenden dejar todo como está. Arregladico. Bien.

“Se aprende escuchando” y de verdad que sí. Las asambleas formadas durante estos días en las plazas deben servir de ejemplo para valorar los derechos que tenemos, para ver de lo que somos capaces. Hace dos meses se acusaba a la juventud española de pasividad, de que solo el ocio la movía y tanto a ellos como a la sociedad en general. Hoy podemos sentirnos orgullosos de ese estudiante de ingeniería, de esa parada, de esos funcionarios, de ese jubilado que han dicho “se acabo”.

Cierto es también que la efectividad (productividad o como quiera llamarse) de estos plenos es cuanto menos cuestionable o incluso nula. ¿Por qué nula? Por esa divergencia que hablaba anteriormente en cuanto a formas de proceder, de actuar, de organizarse. ¿Pero no es eso la democracia? ¿No se debe debatir lo que nos afecta? Que sí, que si discutiéramos todo avanzaríamos poco o nada. Pero la solución (creo) tampoco pasa por ir de carpetazo en carpetazo, dados todos por creerse en la posesión de una carta blanca.

Entre la marea de ideas, el fluir de pensamientos, destacó una voz: “Bueno, ¿hacemos algo ya o qué? Y se dirigió a pegar carteles por todo el Ayuntamiento. Pero esto no como forma de tachar solo a un color político, sino a TODOS los políticos. La asamblea se disolvió y quien quiso pego carteles, los hizo: se expresó.

Carteles en la puerta del Ayto. de Zaragoza. JZ

Llegada la hora, los párpados luchaban contra la gravedad. Los rotuladores sufrían las contracciones de traer nuevas proclamas al mundo. El frío invadió nuestros huesos. El tiempo corría hacía el horizonte del amanecer. Disolvimos nuestra asamblea, pero las ideas continuaron fluyendo. Nos despedimos. Todo con ese regusto de haber hecho algo que, por pequeño, no carece de mérito. El bosque nace del surgimiento de uno y otro y otro árbol.

P.D. Por supuesto no me creo en posesión de la verdad absoluta, doy mi humilde opinión tras haber participado, de aquellas formas, en este movimiento. La crítica fomenta la mejora.



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